lunes, 26 de septiembre de 2011

Vistabella del Maestrat - Riu dels Molins

Resumen.
          Pequeño recorrido por uno de los rios más interesantes de Vistabella, cuyas aguas han sido aprovechadas por varios molinos harineros desde la edad media. Al mismo tiempo nos adentraremos en un denso bosque en el que se alternan carrascas y pinos silvestre, laricio y rodeno, según la altitud, el tipo de suelo y la orientación de solana o umbría.

Cabecera del Riu dels Molins (Vistabella)
Distancia aproximada: 11 km
Desnivel acumulado, en bajada: 570 m., en subida: 590 m.

Enlace al track de la excursión






Descripción del recorrido.

          El Riu dels Molins, llamado también del Molinet en su cabecera, es una modesta rambla situada al sur de la población de Vistabella del Maestrat. Con apenas unos 8 km. de longitud, es uno de los ríos más poblado de molinos harineros de la zona, rivalizando con el Riu Montlleó del que es un lejano tributario, a través de La Vall d' Usera. En su pequeña cuenca existen 7 molinos, todos ellos en la mitad final de su recorrido: Molí Mes Alt, Geroni, Pasqual, Regolfo, Prat, Mes Baix y la Molineta. Probablemente alguno de ellos es de origen medieval, ya que se nombran en la Carta Puebla de la villa de 1251. Es de suponer que, como la mayoría de los existentes en estos parajes, se construyeron en épocas en las que el régimen pluvial era más húmedo que el actual, ya que hoy el río apenas posee caudal, salvo tras los temporales de lluvias intensas que se suelen dar en otoño y primavera.
Vistabella del Maestrat
          La ruta se inicia en Vistabella del Maestrat, en la Ermita de la Mare de Deu de Loreto (s. XVI) situada en el raval que lleva su nombre, en los extramuros de la antigua muralla medieval, ahora sólo reconocible en algunos portales como el de Sant Roc. Desde la ermita nos dirigimos hacia el oeste, donde se divisa la ermita del Calvari (s. XVIII), en lo alto del Tossalet.
          Cuando finalizan las casas encontramos la Font de Dalt, del año 1568 , y a continuación, un corto paseo arbolado con tilos jóvenes, asomado al barranc del Pots, desde el que obtendremos buenas vistas del pueblo y del valle del Molinet. Cuando acaba el paseo, en un pequeño monolito, surgen dos senderos, el de enfrente (sur) se dirige al caserío de l'Albagés, pero nosotros tomaremos el de la derecha (oeste) indicado por un cartel que anuncia la zona de escalada del Pinet.
Cabra hispánica
          El sendero, en muy buen estado, rodea el Tossalet del Calvari por el sur, dándonos una excelente visión de la cabecera del Riu dels Molins, enmarcada por el Collet al oeste y el Tossal de l'Albagés por el sur. Tras este último podemos divisar las cumbres de Penyagolosa. Aquí fuimos sorprendidos por un grupo de hembras de cabra hispánica y sus crías, anunciadas por su peculiar silbido de advertencia. Cuando arribamos a un pequeño collado nos encontramos con el GR-7 que parte del cementerio y la ermita de Sant Antoni, sin hacerle caso, bajamos por la izquierda en dirección suroeste, entre bancales yermos, muros y casetas de piedra seca. Al llegar al mas del Collet, rodeamos las casas por la izquierda y, cerca de su gran aljibe, descendemos por una senda poco clara que pasa junto a una balsa para el ganado. Luego atravesamos los bancales, donde pacen los animales, hasta adentrarnos en el denso carrascal.
Balsa del Mas del Collet
          Hemos iniciado el descenso al río del Molinet. Al principio la senda se pierde entre las carrascas. Aquí tenemos que buscar el centro del barranco dirigiéndonos a la izquierda, donde hallaremos la Font del Mas del Collet, con escaso o nulo caudal, una pila para lavar y un abrevadero. Los hitos de piedra o el gps, nos mostrarán el camino hasta que se haga evidente sobre un muro de piedra seca que sostiene un bancal, medio oculto por la vegetación. Tras estos pocos metros de confusión, retomamos un sendero bien definido que se desliza suavemente hacia el lecho del río. Primero transita por la solana entre la garriga, pero pronto llegamos al pinar, en este caso de pino silvestre, donde pasamos junto a unos hornos de cal. A veces el camino se ensancha, siguiendo abandonadas pistas forestales, otras veces se pierde al llegar a algún claro, pero la dirección se mantiene, hacia el este y en descenso.
          Cuando alcanzamos el cauce del río, aquí generalmente seco, nos mantenemos en él durante un buen tramo. En unas ocasiones, siguiendo una desdibujada pista, en otras pisando su lecho pedregoso. Ahora aparece la vegetación de ribera, como los álamos, pero sin perder de vista las carrascas y los pinos silvestre. Según descendemos estos pinos serán sustituidos por los pinos rodeno y laricio, aunque en el sotobosque abundarán las aliagas y romeros.
          Llegamos a la parte más encajada del barranco, por donde discurre una falla que atraviesa todo el valle de este a oeste, haciendo aflorar calizas dolomíticas del Jurásico al norte y calizas arenosas del Cretácico al sur. En este tramo nos cruzarnos con la senda que, procedente de Vistabella, se dirige a L'Albagés, y al rato nos encontramos con una pista forestal que asciende por la izquierda alejándose del río, pero que no debemos tomar ya que se dirige a la carretera CV-170. Por el contrario nosotros continuamos cerca del lecho del río, por caminos poco transitados entre la feraz garriga.
Pinos laricio y rodeno
          Cuando el cauce finalmente se cruza con otra pista forestal en buen estado, la seguiremos unos metros por la derecha, subiendo hasta hallar otro camino, a la izquierda, que se dirige a una casa, y que se encuentra cerrado por una cadena. Justo al lado de esta cancela, tomamos una senda que regresa cerca del lecho durante un tramo, para salvar la parcela que ocupa la casa. A partir de ahora es fácil encontrar agua en el río, y también empezaremos a encontrarnos con los molinos que le han dado el nombre. Al sobrepasar la casa, subimos por la derecha al bancal cultivado y llegamos de nuevo al torrente para vadearlo, justo donde se hallan las casas de lo que fue el Molí Més Alt, el cual poseía dos ruedas de moler cuando estaba en funcionamiento. Algunos edificios han sido utilizados en ocasiones como campamento juvenil.
          Proseguimos entre las casas y el río, bajo los vetustos chopos negros, para volver a vadearlo junto a unos avellanos y una higuera, situándonos en su orilla derecha. El camino es confuso, por la densa foresta, pero manteniendonos cerca del torrente en pocos minutos alcanzaremos la carretera, a la altura del aparcamiento de la Font dels Molins. La fuente se encuentra al nivel del río, empotrada en uno de los pilares del puente de la carretera, y se accede a ella por unas escaleras de piedra. En la orilla opuesta se encuentra el segundo de los molinos, el Molí Geroni.
Molí Pasqual
          Ahora caminaremos por la carretera hacia el este durante unos 500 m., primero veremos a nuestra izquierda el Molí Pasqual, cuyo cubo, por donde se precipitaba el agua a las ruedas de moler, era circular, y disponía de dos juegos de muelas. Desecharemos el camino que accede a él y seguiremos por la CV-170, hasta desviarnos por otro camino que desciende también por la izquierda hacía el Molí Regolfo, ahora rehabilitado como vivienda. Marchamos junto a este molino y vadeamos el torrente para subir por una pista que accede a un cercado. A la derecha de la verja encontraremos una senda bien definida, se trata del antiguo camino de Vistabella a Atzeneta, también utilizado habitualmente para acceder a este grupo de molinos.
          El sendero remonta la ladera del Collet dels Nius en largos zigzag, primero entre pinos laricio y después entre la garriga de aliagas, romeros, sabinas y enebros. Tras alcanzar la loma, el camino se dirige hacia la carretera. Cuando llegamos a ella, junto a una pista, la cruzamos y seguimos subiendo ahora por una ancho azagador, densamente poblado de aliagas y romeros, por el que discurre una estrecha senda de ganado. Ya se pueden divisar en el horizonte las antenas de comunicaciones instaladas en les Forques, en las afueras de Vistabella. Según nos vamos acercando a la población la senda se convierte en camino empedrado.
          Accedemos a Vistabella del Maestrat por la carretera, pero al llegar al núcleo urbano la abandonamos para tomar por la izquierda el Raval de Sant Roc, que como el resto de ravals permanece extramuros de la antigua muralla. Callejeando por la estrecha ronda, seguimos por el Raval de Sant Joan, esplendido balcón sobre el Barranc dels Pots, y por último giramos a la derecha y llegamos al Raval de la Mare de Deu de Loreto, fin de nuestro recorrido.

martes, 20 de septiembre de 2011

Los pueblos iberos

Los Castillejos (Puertomingalvo)

A partir de la cultura indígena del bronce a la que se le incorporan elementos europeos (celtas) y mediterráneos (fenicios, griegos, etruscos), comienza el proceso de iberización de las tierras valencianas, alrededor del s. VI aC. La cultura ibera se manifiesta por una serie de elementos materiales diferenciadores como son la cerámica, la moneda, los objetos ornamentales, el arte y la escritura, con un alfabeto que se ha logrado descifrar, pero cuyo lenguaje, con raices comunes con el euskera y el bereber, es todavía una incógnita. La vida económica se fundamenta en las actividades primarias como la agricultura (cereales, lino, frutales), la explotación forestal (leña, madera), la caza (jabalís, ciervos, toros), la pesca, el pastoreo (ovejas, cabras, cerdos) y la minería (hierro, plomo, plata, oro). Estas bases económicas forjarán la industria de la metalurgia (armas, joyas, monedas, herramientas), de la cerámica, del cuero, de la madera, y las relaciones comerciales con otros pueblos de la península y del Mediterráneo.



El pueblo ibero estaba constituido por varias étnias con personalidad propia. En tierras valencianas, los contestanos se asentaban en el territorio situado al sur del río Júcar, los edetanos se hallaban al centro entre el Júcar y el río Mijares, y los ilercavones se encontraban al norte, hasta el delta del Ebro, aunque hay que considerar que las fronteras no fueron uniformes y se moverían a lo largo del tiempo, por la presión de uno u otro pueblo. 



Por lo tanto la etnia ibera que habitaba las tierras castellonenses fueron principalmente los ilercavones, quienes tenían un tronco común con los ilergetes, procedentes del norte del Ebro. Se dedicaban al cultivo del trigo, aceitunas y almendras. El trigo no solían almacenarlo en silos, sino en una especie de hórreos, en lugares elevados del suelo. Su ganadería la formaban cerdos, ovejas, bóvidos y gallinas, también cazaban ciervos y jabalíes, y en la costa completaban su dieta con la recolección de moluscos marinos. Controlaban las mercancías (minerales, cereales, vino) que circulaban por la parte final del río Ebro, y sus puertos eran visitados frecuentemente por los cartagineses, siendo Tivisa (Tarragona) una de sus principales ciudades. Entre los oficios artesanos que practicaban destacan la metalurgia y la cerámica.


Fuentes de la antigüedad, como el poeta latino Avieno, sitúan también en estas montañas ibéricas, a la tribu de los beribraces, un pueblo rudo y belicoso de ascendencia céltica, vinculado a la cultura de Campos de Urnas, y dedicado sobre todo al pastoreo del ganado, del que obtenían además leche y queso.


Los poblados iberos se situaban generalmente en lugares elevados que les proporcionaban buena visibilidad y cómoda defensa natural. En su interior se diferenciaban varias zonas según su uso, así se hallaban espacios comerciales y públicos, y áreas de viviendas. La distribución interna de la urbe seguía tres modelos básicos. El más común era el de una calle central que daba acceso a las casas, y alguna calle secundaria. Otro modelo era el de varias calles principales que se cruzaban formado una retícula. Y por último, había poblados que se adaptaban totalmente al terreno disponiendo de un trazado irregular.

Muchos de los asentamientos iberos de esta zona se encuentran relacionados con posteriores masías fortificadas situadas junto a las rutas trashumantes, como el poblado de San Antonio, en Mosqueruela, que subsistió hasta época musulmana, o el poblado de Los Castillejos, en Puertomingalvo datado en s. III-II aC., donde se halló cerámica campaniforme, y todavía permanecen las huellas de varios edificios y tres torres.
En la vecina Lucena del Cid se encuentra la torre de Foios, construida con grandes bloques de piedra para defender un poblado que se encontraría a su alrededor. Por los enterramientos hallados y los restos de cerámica, se ha podido datar entre los siglos IV y III antes de nuestra era.
Torre ibera de Foios (Lucena del Cid)
          En Benassal, tenemos los asentamientos de El Castell d’Asensi, muy influenciado por la cultura del Bajo Aragón, con cerámicas decoradas con motivos geométricos y enterramientos en campo de urnas, y el Castell de Corbó, ambos de los siglos II-I aC. En Culla se localiza el poblado del Collet del Salze. En Vistabella encontramos vestigios ibéricos en el mas de l'Alforí, y en la Moleta del mas de Salvador, este último datado en s. II-I aC. También en Vilafranca del Maestrat se halla un pequeño asentamiento en la Serradeta de Vergues, donde se encontró cerámica campaniforme del s. I aC., y el de la Vilavella, donde se hallaron una inscripción ibérica y alguna moneda, junto a cerámica decorada. Por último, en en el Tossalet de la Valera, en Atzeneta, se han extraído cerámicas datadas en el s.II aC.

martes, 13 de septiembre de 2011

Castelvispal - Barranco del Rebollar

Resumen.

          Ruta circular que transcurre por un bello tramo del valle del río Linares, entre Linares de Mora y Puertomingalvo. Visitaremos la tranquila aldea de Castelvispal, además de algunos molinos y masías deshabitadas, y nos adentraremos en un feraz quejigal, en la vertiente oriental del barranco del Rebollar.
ADVERTENCIA! El tramo entre la Molineta y la pista a Las Calzadas está totalmente perdido por la vegetación  y no es recomendable transitarlo.

Masía del Rebollar de Arriba

Distancia aproximada: 12,5 km
Desnivel acumulado: en subida: 700 m., y en bajada: 730 m.

Enlace al track de la excursión




Descripción del recorrido.

          Castelvispal es una aldea de origen medieval que pertenece actualmente al municipio de Linares de Mora. Se encuentra entre montañas, a 1080 m. de altitud, asomada al río Linares en la confluencia de éste con el barranco que lleva su nombre. De las escasas construcciones del caserío destaca la iglesia parroquial de origen gótico, que contiene elementos de los s. XIV al XVII. Está formada por una sola nave, dividida en cuatro tramos por arcos de diafragma apuntados. En el barranco de Castelvispal existen varios manantiales, como la Fontica, que desde antiguo, suministran el agua a la población y contribuyen a regar sus huertas.
Castelvispal
          Junto a la iglesia del pueblo, bajo la plaza, tomaremos el sendero PRTE-31 que se dirige a Puertomingalvo. Desciende al río Linares, entre acequias y bancales de huertas y frutales. Atravesamos el río por un estrecho puente, cerca de los restos de la antigua fábrica de paños, cuya maquinaria era movida por las aguas del río. A principios del s. XIV ya existía en Castelvispal un molino trapero y harinero, conocido como La Cuba.
          Una vez en la pista que procede de El Puerto, abandonamos el PR señalizado y nos dirigimos hacia el norte (izquierda) hasta llegar a otro puente (éste para vehículos), pero que no cruzamos, sino que seguimos por un camino menos transitado y paralelo al río, rodeado de vegetación de ribera. Cuando finaliza el camino, un ajustado puente nos invita a cruzar al otro lado donde encontraremos La Molineta (1025 m), un viejo molino, hoy en desuso, enclavado en un meandro del río y cercado por viejos álamos negros. Seguimos río arriba por una senda de ganado buscando cruzarlo enseguida, para llegar a un pequeño bancal descuidado con unos pocos cerezos.


La Molineta
          Al vadear el río se inicia el tramo más penoso del recorrido, un antiguo sendero en desuso y oculto entre la vegetación, que asciende en zigzag por la empinada ladera, a veces con la única guía de los hitos de piedra que marcan el camino, para los que no utilicen el track del gps. Al poco de iniciar el ascenso pasamos cerca de un aprisco, construido aprovechando una balma, donde en ocasiones se guarece el ganado. El sendero, perdido en buena parte, pasa por encima de éste, cruza un cortafuegos, y serpentea por la derecha de éste. La abundante vegetación dificulta nuestro caminar y facilita la desorientación. Una buena referencia son los postes eléctricos que bajan de la montaña, situados siempre a nuestra izquierda, nos acompañarán hasta alcanzar una pista forestal en la cota 1250 m., justo a la altura de una cancela que cierra el camino a los vehículos.
           Ya en la pista, la seguimos unos metros hacia el norte (izquierda) y la abandonamos por otra menos utilizada que, en lugar de subir, desciende a un barranco. Cerca de aquí podemos ver varias sabinas de gran porte. Poco antes de llegar al cauce dejamos la pista por un sendero de ganado que surge a la derecha, para adentrarnos en el pinar manteniendo en principio la cota 1225 m. Después de atravesar algunos prados y bancales, en cuya umbría abundan los pinos silvestres, arces, majuelos y quejigos, nos dirigimos por un bancal yermo hacia el norte para llegar a la Masía de las Calzadas, hoy sólo habitada por las vacas que pastan en sus campos y se refugian en sus corrales. Dentro del predominio calizo de la zona, la masía y su entorno se hallan sobre un afloramiento de areniscas y arcillas del cretácico inferior. Junto a las casas una balsa sirve de abrevadero al ganado.
Masía de Las Calzadas
          Continuamos nuestro camino hacia el norte, en dirección a la Masía del Romo, por un bancal despoblado de vegetación que nos lleva a una alambrada para animales. La franqueamos y poco después llegamos a un manantial que surge entre juncos en la ladera rocosa, y cuya fuente vierte su caudal a un dornajo (tronco de árbol vaciado), que tenemos que cruzar. En este tramo aflora un estrato del cretácico superior rico en fósiles de la especie Exogyra (conocidos popularmente como Orelles de moro). En la siguiente curva del camino vemos ya la masía, que no llegamos a visitar ya que el sendero circula unos metros por debajo de ella. Ahora el sendero se hace más evidente ya que nos encontramos en un tramo del antiguo camino de Linares a Puertomingalvo, que ha sido señalizado recientemente como PR.
          Descendemos pues siguiendo las marcas blancas y amarillas, hacia el Barranco del Rebollar, por un carrascal salpicado de pinos laricio, con algunos ejemplares monumentales como el que nos encontramos en el camino con dos enormes brazos. Ya cerca del torrente, en la cota 1230 m, la senda se cruza con un camino ancho, se trata de una antigua vereda conocida como el Camino de las Torrecillas, que recorre todo el barranco desde su cabecera cerca del collado de Los Castillejos o San Bernabé, hasta su desembocadura en el río Linares.
El Rebollar en otoño
         En este punto nos encaminaremos hacia el norte (derecha), hasta llegar a la Masía del Rebollar de Arriba. Recorremos un paisaje silíceo con areniscas de tonos claros, en el que se ha asentado un frondoso bosque de quejigos, del cual ha tomado el nombre el barranco, ya que en la zona a este tipo de quercus se les llama rebollos. Subiremos pues por el camino, cada vez más sombrío debido a la espesura de la arboleda, flanqueado por muros de piedra seca. Unos minutos después se bifurca, un ramal asciende penetrando más en el quejigal, es el que tomaremos ahora para regresar por el otro ramal tras visitar la masía. En ocasiones, la vegetación invade totalmente la vereda dificultando el tránsito, en otras el terreno se encharca por el paso de algún torrente. En otoño, los tonos amarillos, ocres y rojizos de quejigos, avellanos y arces, cubren la ladera oriental del barranco, y la hojarasca tapiza el sotobosque.
          Al salir del bosque nos cruzamos con una senda que seguiremos hacia el oeste (izquierda), en dirección a la Masía del Rebollar de Arriba. Se trata de un grupo de casas construidas aprovechando un estrato rocoso de arenisca. En la parte alta se encuentra la era y en la inferior los corrales, parcialmente derrumbados. No llegamos a acceder al caserío ya que, cuando el sendero alcanza los primeros bancales, tomamos un sendero por la izquierda que se desliza escalonadamente por las sucesivas terrazas para buscar el lecho del barranco. Cerca ya de él, seguimos a la izquierda por una senda de ganado que vadea el torrente por un estrecho paso oculto entre la selvática vegetación, entre unos imponentes álamos negros. De nuevo en la vertiente izquierda del Barranco del Rebollar, caminamos por la parte baja del quejigal hasta encontrarnos con la misma vereda de la ida, por la que regresamos hasta el punto en el que se cruza con el camino de Linares a El Puerto.
Río Linares
          A partir de aquí, continuamos descendiendo por una senda hacia el desagüe del barranco en el río Linares. Poco antes de llegar a él, llegamos a un llano desde donde vemos un molino en la vertiente opuesta, y otras construcciones abandonadas. Cruzaremos el río Linares justo donde el barranco del Rebollar vierte sus aguas. Tanto el río como el torrente llevan agua todo el año y después de fuertes lluvias, en la primavera y el otoño, el río puede ir crecido, pero, salvo por la corriente, vadearlo no supone ninguna dificultad.
          Ya en la orilla derecha del río, nos dirigimos hacia el sureste (izquierda) siguiendo el curso del agua. Pronto veremos unas flechas azules que proceden de Castelvispal y señalan el sentido contrario al nuestro. Pasaremos por un pequeño prado protegido por un muro de piedra y al finalizar éste continuamos por un sendero pegado al río. Al poco salimos a un extenso claro y en su extremo opuesto encontramos un camino que asciende para salvar un escarpe rocoso sobre un meandro. El sendero seguirá encaramándose por la ladera, tomando altura y proporcionando unas bonitas vistas primero del valle, después de la Molineta y por último de Castelvispal.
Cementerio de Castelvispal
          Poco antes de llegar al pueblo pasamos por el viejo y recoleto cementerio. Sobre su puerta hay una inscripción que comparte con otros cementerios españoles. Son unos versos atribuidos a Larra que dicen así:
"Templo de la verdad es el que miras,
no desoigas la voz con que te advierte
que todo es ilusión menos la muerte".