A
partir de la cultura indígena del bronce a la que se le incorporan
elementos europeos (celtas) y mediterráneos (fenicios, griegos,
etruscos), comienza el proceso de iberización de las tierras
valencianas, alrededor del s. VI aC. La cultura ibera se manifiesta
por una serie de elementos materiales diferenciadores como son la
cerámica, la moneda, los objetos ornamentales, el arte y la
escritura, con un alfabeto que se ha logrado descifrar, pero cuyo
lenguaje, con raices comunes con el euskera y el bereber, es todavía
una incógnita. La vida económica se fundamenta en las actividades
primarias como la agricultura (cereales, lino, frutales), la
explotación forestal (leña, madera), la caza (jabalís, ciervos,
toros), la pesca, el pastoreo (ovejas, cabras, cerdos) y la minería
(hierro, plomo, plata, oro). Estas bases económicas forjarán la
industria de la metalurgia (armas, joyas, monedas, herramientas), de
la cerámica, del cuero, de la madera, y las relaciones comerciales
con otros pueblos de la península y del Mediterráneo.
El pueblo ibero estaba constituido por varias étnias con personalidad propia. En tierras valencianas, los contestanos se asentaban en el territorio situado al sur del río Júcar, los edetanos se hallaban al centro entre el Júcar y el río Mijares, y los ilercavones se encontraban al norte, hasta el delta del Ebro, aunque hay que considerar que las fronteras no fueron uniformes y se moverían a lo largo del tiempo, por la presión de uno u otro pueblo.
Por
lo tanto la etnia ibera que habitaba las tierras castellonenses
fueron principalmente los ilercavones, quienes tenían un tronco
común con los ilergetes, procedentes del norte del Ebro. Se
dedicaban al cultivo del trigo, aceitunas y almendras. El trigo no
solían almacenarlo en silos, sino en una especie de hórreos, en
lugares elevados del suelo. Su ganadería la formaban cerdos,
ovejas, bóvidos y gallinas, también cazaban ciervos y jabalíes, y
en la costa completaban su dieta con la recolección de moluscos
marinos. Controlaban las mercancías (minerales, cereales, vino) que
circulaban por la parte final del río Ebro, y sus puertos eran
visitados frecuentemente por los cartagineses, siendo Tivisa
(Tarragona) una de sus principales ciudades. Entre los oficios
artesanos que practicaban destacan la metalurgia y
la cerámica.
Fuentes
de la antigüedad, como el poeta latino Avieno, sitúan también en
estas montañas ibéricas, a la tribu de los beribraces, un pueblo
rudo y belicoso de ascendencia céltica, vinculado a la cultura de
Campos de Urnas, y dedicado sobre todo al pastoreo del ganado, del
que obtenían además leche y queso.
Los poblados iberos se situaban generalmente en lugares elevados que les proporcionaban buena visibilidad y cómoda defensa natural. En su interior se diferenciaban varias zonas según su uso, así se hallaban espacios comerciales y públicos, y áreas de viviendas. La distribución interna de la urbe seguía tres modelos básicos. El más común era el de una calle central que daba acceso a las casas, y alguna calle secundaria. Otro modelo era el de varias calles principales que se cruzaban formado una retícula. Y por último, había poblados que se adaptaban totalmente al terreno disponiendo de un trazado irregular.
Muchos
de los asentamientos iberos de esta zona se encuentran relacionados
con posteriores masías fortificadas situadas junto a las rutas
trashumantes, como el poblado de San Antonio, en Mosqueruela, que
subsistió hasta época musulmana, o el poblado de Los Castillejos,
en Puertomingalvo datado en s. III-II aC., donde se halló cerámica
campaniforme, y todavía permanecen las huellas de varios edificios y
tres torres.
En la vecina Lucena del Cid se encuentra la torre de Foios, construida con grandes bloques de piedra para defender un poblado que se encontraría a su alrededor. Por los enterramientos hallados y los restos de cerámica, se ha podido datar entre los siglos IV y III antes de nuestra era.
En
Benassal, tenemos los asentamientos de El Castell d’Asensi, muy
influenciado por la cultura del Bajo Aragón, con cerámicas
decoradas con motivos geométricos y enterramientos en campo de
urnas, y el Castell de Corbó, ambos de los siglos II-I aC. En Culla
se localiza el poblado del Collet del Salze. En Vistabella
encontramos vestigios ibéricos en el mas de l'Alforí, y en la
Moleta del mas de Salvador, este último datado en s. II-I aC.
También en Vilafranca del Maestrat se halla un pequeño asentamiento
en la Serradeta de Vergues, donde se encontró cerámica campaniforme
del s. I aC., y el de la Vilavella, donde se hallaron una inscripción
ibérica y alguna moneda, junto a cerámica decorada. Por último, en
en el Tossalet de la Valera, en Atzeneta, se han extraído cerámicas
datadas en el s.II aC.
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